Me decidí y, luego de un largo viernes de estudio (¡me pedí el día en el trabajo!) y una noche con pocas horas de sueño, fui el sábado a la mañana a rendir un final que debía.
Antes de ir para la facultad, igualmente, busqué la libreta pero no hubo caso: la muy documento público no aparece por ningún lado, seguramente escondiéndose avergonzada al saber de antemano que iba a tener que compartir la pila con números de legajo mucho más altos que el suyo.
Por cierto: me fui a rendir con el DNI y aprobé con 6, dejando atrás para siempre eso que algunos insistían en llamar primer año.